Los grandes medios arremeten de nuevo contra nuestra inteligencia. Nos insultan una vez más. Creo que no se puede definir de una manera distinta lo que están haciendo. El País, La Vanguardia, y los demás que forman parte del mismo convoy, vuelven a mostrar que el tema les preocupa… “El tema” se llama Teresa Forcades. Pero en esta ocasión “el tema” se llama también Congreso de Ciencia y Espíritu.
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Esta vez tenían fácil el ataque. Esta vez es el entorno lo que –según dicen- hace que el mensaje de Teresa pierda validez. Esta vez resulta que Teresa sí es inteligente… pero está mal aconsejada, como decían los padres incompetentes para evitar aceptar que su hijo sabía lo que hacía, cuando actuaba en contra de su voluntad. O sea, Teresa es inteligente pero no ha sabido elegir bien de quién se rodea.
Así se pregunta el prestidigitador de turno, que esta vez se llama Francesc-Marc Álvaro, y que vende sus servicios desinformadores a La Vanguardia, y que concluye así su artículo:
Por su parte, El País ha encargado a Josep Garriga un artículo de diseño: “Forcades, entre ciencia y espíritu”, en alusión al propio título del congreso. Se percataron de que el anterior, “Desmontando a la monja-bulo”, consiguió exactamente lo contrario de lo que se proponía, es decir, dar publicidad a las tesis de Forcades. Les había salido el tiro por la culata. En consecuencia, decidieron refinar el estilo. Pero el ardid periodístico-trilero es el mismo que el empleado por La Vanguardia: invalidar el mensaje de Teresa desviando la atención hacia el entorno y desacreditándolo.
A pesar del pretendido refinamiento, el artículo en El País empieza disparando:
En La Vanguardia, con su artículo “Forcades y lo irracional”, Francesc-Marc Álvaro nos explica lo que hay:
O, sea, esto es lo que hay: UN DISCURSO OFICIAL SOBRE LA GRIPE A Y LAS VACUNAS en el que Forcades “se cuela”. Francesc-Marc Álvaro lo ha entendido bien, y nos lo explica a todos para que también lo entendamos. Nuestro prestidigitador de turno nos aclara que los especialistas son exclusivamente los que apoyan el discurso oficial. Los que se alejan de él, se están colando en una fiesta en la que no han sido invitados.
Lo que nos temíamos… los únicos especialistas verdaderos, los que son invitados a manifestar su criterio en periódicos y televisiones, son los que han sido contratados por el Emperador para confeccionar su traje. Ellos, y los prestidigitadores de la palabra que, con una verborrea que no resiste el menor análisis serio, ni lo merece, llenan cada día las páginas de los periódicos por los que pagamos.
El Emperador está desnudo, y está haciendo el ridículo. Pero los periodistas firmantes de estos artículos o no se han enterado o no se quieren enterar. Ellos siguen apoyando el Discurso Oficial del Emperador: aquel que no sepa apreciar su maravilloso traje es tonto… Supongo que es por eso, porque no quieren parecer tontos, que sofocan, aplastan y ridiculizan las voces que no aprecian un traje que no existe.
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Esta vez tenían fácil el ataque. Esta vez es el entorno lo que –según dicen- hace que el mensaje de Teresa pierda validez. Esta vez resulta que Teresa sí es inteligente… pero está mal aconsejada, como decían los padres incompetentes para evitar aceptar que su hijo sabía lo que hacía, cuando actuaba en contra de su voluntad. O sea, Teresa es inteligente pero no ha sabido elegir bien de quién se rodea.
¿“Sabía Forcades, cuando aceptó hablar en ese foro, que tomaba parte de un festival impresentable de extravagancias y esoterismos a granel? Me extraña que una mujer inteligente y preparada no tuviera en cuenta los efectos negativos que conlleva el insólito contexto donde fue invitada a exponer su criterio”…
Así se pregunta el prestidigitador de turno, que esta vez se llama Francesc-Marc Álvaro, y que vende sus servicios desinformadores a La Vanguardia, y que concluye así su artículo:
“La paradoja desconcertante es que alguien que se hace escuchar con argumentos racionales (médicos) acabe absorbido finalmente por la barraca de feria del irracionalismo más delirante”.
Por su parte, El País ha encargado a Josep Garriga un artículo de diseño: “Forcades, entre ciencia y espíritu”, en alusión al propio título del congreso. Se percataron de que el anterior, “Desmontando a la monja-bulo”, consiguió exactamente lo contrario de lo que se proponía, es decir, dar publicidad a las tesis de Forcades. Les había salido el tiro por la culata. En consecuencia, decidieron refinar el estilo. Pero el ardid periodístico-trilero es el mismo que el empleado por La Vanguardia: invalidar el mensaje de Teresa desviando la atención hacia el entorno y desacreditándolo.
A pesar del pretendido refinamiento, el artículo en El País empieza disparando:
“Barcelona ha reunido este fin de semana a un amplio grupo mundial de amantes de las teorías de la conspiración, místicos estudiosos de la Biblia de la era cuántica y visionarios de espíritus de la naturaleza, maestros ascendidos y extraterrestres”.
En La Vanguardia, con su artículo “Forcades y lo irracional”, Francesc-Marc Álvaro nos explica lo que hay:
“Al impugnar el discurso oficial sobre la gripe A y las vacunas, Forcades usa argumentos racionales, con lo cual se cuela, con conocimiento de causa, en un debate exclusivo de los especialistas y las autoridades públicas”.
O, sea, esto es lo que hay: UN DISCURSO OFICIAL SOBRE LA GRIPE A Y LAS VACUNAS en el que Forcades “se cuela”. Francesc-Marc Álvaro lo ha entendido bien, y nos lo explica a todos para que también lo entendamos. Nuestro prestidigitador de turno nos aclara que los especialistas son exclusivamente los que apoyan el discurso oficial. Los que se alejan de él, se están colando en una fiesta en la que no han sido invitados.
Lo que nos temíamos… los únicos especialistas verdaderos, los que son invitados a manifestar su criterio en periódicos y televisiones, son los que han sido contratados por el Emperador para confeccionar su traje. Ellos, y los prestidigitadores de la palabra que, con una verborrea que no resiste el menor análisis serio, ni lo merece, llenan cada día las páginas de los periódicos por los que pagamos.
El Emperador está desnudo, y está haciendo el ridículo. Pero los periodistas firmantes de estos artículos o no se han enterado o no se quieren enterar. Ellos siguen apoyando el Discurso Oficial del Emperador: aquel que no sepa apreciar su maravilloso traje es tonto… Supongo que es por eso, porque no quieren parecer tontos, que sofocan, aplastan y ridiculizan las voces que no aprecian un traje que no existe.