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Todo está a punto en el puerto espacial de Kurú, en la Guayana francesa, para que un Ariane 5 lance hoy de una tacada dos joyas de la astronáutica europea: el satélite Herschel, el mayor telescopio espacial de la historia, y su compañero Planck. El primero tiene como objetivo observar las galaxias más lejanas, regiones heladas cuya luz es invisible al ojo humano, mientras que el segundo intentará profundizar en lo que los astrofísicos conocen como radiación fósil del big bang, el residuo dejado por la gran explosión primigenia de hace 14.000 millones de años. Dentro de dos meses, si se cumplen las previsiones, tanto el Herschel como el Planck se habrán asentado en sus respectivas órbitas y estarán en disposición de proporcionar datos de un universo nunca visto.
"Lo que descubriremos cambiará nuestra visión de muchos procesos que intervienen en la evolución del universo", afirma José Cernicharo, investigador del Instituto de la Materia del CSIC, en Madrid, y uno de los jefes científicos del Herschel. Y es que, al margen de la Estación Espacial Internacional (ISS), los dos satélites constituyen la misión más ambiciosa de la historia de la Agencia Europea del Espacio (ESA). Así, por ejemplo, no solo han supuesto una inversión de 1.700 millones de euros, incluyendo la construcción, el lanzamiento y el control durante los años en que estarán en funcionamiento, sino que también han obligado a inventar instrumental totalmente nuevo. España aporta 98 millones.
La misión, que se empezó a gestar hace 20 años, ha acumulado varios retrasos, el último de ellos en abril, cuando los científicos se dieron cuenta de que el gran espejo del Herschel, de 3,5 metros de diámetro, podría tener problemas con las vibraciones del despegue. La elevación definitiva del Ariane, a no ser que haya problemas, está prevista a partir de las tres de la tarde en España. Dos horas después, los satélites se separarán y emprenderán el vuelo en solitario hacia su órbita de destino, en el punto Lagrange 2 o L2, un lugar de equilibrio entre la influencia del Sol y la Tierra que está situado a 1,5 millones de kilómetros.
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"Lo que descubriremos cambiará nuestra visión de muchos procesos que intervienen en la evolución del universo", afirma José Cernicharo, investigador del Instituto de la Materia del CSIC, en Madrid, y uno de los jefes científicos del Herschel. Y es que, al margen de la Estación Espacial Internacional (ISS), los dos satélites constituyen la misión más ambiciosa de la historia de la Agencia Europea del Espacio (ESA). Así, por ejemplo, no solo han supuesto una inversión de 1.700 millones de euros, incluyendo la construcción, el lanzamiento y el control durante los años en que estarán en funcionamiento, sino que también han obligado a inventar instrumental totalmente nuevo. España aporta 98 millones.
La misión, que se empezó a gestar hace 20 años, ha acumulado varios retrasos, el último de ellos en abril, cuando los científicos se dieron cuenta de que el gran espejo del Herschel, de 3,5 metros de diámetro, podría tener problemas con las vibraciones del despegue. La elevación definitiva del Ariane, a no ser que haya problemas, está prevista a partir de las tres de la tarde en España. Dos horas después, los satélites se separarán y emprenderán el vuelo en solitario hacia su órbita de destino, en el punto Lagrange 2 o L2, un lugar de equilibrio entre la influencia del Sol y la Tierra que está situado a 1,5 millones de kilómetros.
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